La mejor forma de calificar al señor Elon Musk, dueño de Twitter (ahora se hace llamar X), «cofundador» (comprador) de Tesla y de otras tantas ideas más, como solucionar el problema del tráfico en las grandes ciudades cavando túneles debajo (The Boring Company, se llama la historia) para solucionar el problema del tráfico. Poco debe de haber viajado, porque en otros países del mundo lleva años existiendo: se llama Metro, pero en vez de llevar coches usa trenes con capacidad para decenas de personas y frecuencias de 2-3 minutos, sin necesitar un coche.
La última iluminación que tuvo fue la de cambiar el nombre de Twitter a «X», que aparentemente es una marca registrada de Meta en el sector de las redes sociales, con la intención de, en el futuro, convertirla en una «super-app» para gestionar todo, incluyendo pagos, comunicación y más cosas. Pero esto tampoco es una innovación, porque en China lleva años existiendo algo similar llamado WeChat.
Ahora bien ¿quién querría confiar la posibilidad de pagar en sitios, comunicarse y hacer otras muchas cosas a un pirado como este? Desde luego, yo no. Un señor que permite el discurso de odio en su plataforma, que tiene por pasatiempo manipular los mercados y que llevó una de las redes sociales más populares y exitosas de todos los tiempos a perder un montón de usuarios y de anunciantes (que era como la plataforma se sostenía económicamente) no es de fiar. Y menos aún cuando ha borrado cuentas de periodistas que le criticaron porque quiere y porque puede.
Y aún con todo esto, hay personas «fans» de este señor, diciendo que es un visionario y un genio, cuando los pocos negocios que montó (en vez de comprarlos y denominarse «cofundador») fue gracias a la mina de esmeraldas de sus padres, cuya existencia él negó y su padre demostró. Este señor no es de fiar. No solo es un milmillonario con intereses muy distintos a los de sus clientes o potenciales clientes, sino que es idiota.
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